Después de haber disfrutado de un buen cocido, siempre nos quedan algunos restos que se pueden aprovechar elaborando otro clásico de nuestra gastronomía ‘la ropa vieja’.
En casa no sé si es más deseado el cocido o la ropa vieja. A mi marido y a mi hijo literalmente les apasiona, ¡les enloquece!, les gusta tanto que a veces les descubro haciéndose un bocadillo con esta fritada de cocido e incluso a media noche, alguna vez les he pillado yendo a hurtadillas abrir la nevera y disfrutarlo incluso frío. Cuántas veces he ido a darme el capricho y me he encontrado con el tupper vacío….. pero creedme si os digo que disfruto mil veces más cuando sé que ellos lo han disfrutado primero.
El secreto de mi ropa vieja no es otro que freír con mucha, mucha cebolla todos los restos de garbanzos, chorizo, carne, tocino y verduras.
Coged una sartén grande, laminar unas 2 o 3 cebollas hermosas y cocinarlas en aceite de oliva. Cuando empiecen a estar suaves y brillantes se vuelcan los garbanzos junto a las verduras, el chorizo, la carne, y el tocino picado más menudito.
Ahora solo queda remover de vez en cuando hasta observar que algunos garbanzos se han tornado dorados y crujientes. El chorizo ha de tener su borde tostadito y las verduras deben estar impreganadas de todos estos deliciosos sabores. Personalmente considero que una ropa vieja está perfecta cuando al comerla puedes sentir el crujido del garbanzo y percibir su interior cremoso. El dulzor de la cebolla y el resto de los ingredientes os van a ofrecer un sabor y una textura realmente espectacular.
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