Empieza a preparar el merengue. Bate las claras de huevo con unas varillas y cuando comience a estar firme incorpora poco a poco el azúcar hasta encontrar el punto de dulzor que más te guste. Después el jugo de limón, la esencia de vainilla y por último el almidón de maíz. Sigue batiendo hasta conseguir un merengue suave, muy firme y brillante.
Cubre una bandeja con papel sulfurizado. Pinta un circulo del diámetro que quieres que sea la tarta y dale la vuelta al papel para que la pintura no esté contacto con el merengue.
Vuelca el merengue en forma de montaña.
Con ayuda de una espátula presiona suavemente y extiende desde dentro hacia los bordes haciendo círculos y alisando por los lados. El objetivo es hacer un hueco en el medio para luego rellenarlo con la nata montada.
Haz un poco de decoración en todo el el borde de la tarta con la punta de la espátula de abajo hacia arriba dejando que termine en pequeños piquitos.
Introduce en el horno precalentado a 120º sin aire, calor arriba y abajo durante 1 hora, sin abrir en ningún momento la puerta. Después baja la temperatura a 100º y deja 1 hora y cuarto más. Apaga la temperatura y deja que enfríe dentro del horno con la puerta abierta durante toda la noche.
Monta la nata que ha de estar muy fría. Cuando comience a espesar añade poco a poco azúcar glass al gusto. Estará lista cuando al levantar las varillas observes su famoso piquito.
Pon la nata en el interior del merengue que ya estará completamente frío y decora con las frutas elegidas.
Si quieres dar un poco de color al exterior de tu tarta pavlova, diluye una cucharada de mermelada en agua y déjala caer desde arriba para que dibuje pequeños ríos rojos.
Como toque final unas hojas de menta y ahora sí, ya puedes morir de amor por ella.